Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"COLORES"

     Los que pensamos en rojo no podemos menos que sentir un cierto sarpullido cuando, tras las elecciones europeas, miramos al mapa de España y al de Europa y lo vemos todo teñido de azul. Queramos o no, este color nos retrotrae a aquellos años en los que la autarquía era una de las señas de identidad más característica de nuestra patria; ese recuerdo nos pone tristes, muy tristes, pero qué le vamos a hacer si eso es lo que quiere la mayoría. Tendremos que conformarnos y esperar a que corran nuevos aires en todos los sentidos, y si no, seguiremos aguantando, que es lo que corresponde. Proseguiremos vendiendo nuestro color desde las tribunas que tenemos más a mano y, como siempre, respetando los deseos de las mayorías que para eso lo son.
    No sólo es el color lo que nos hace retroceder en el tiempo sino que, también, los discursos y los personajes que los han pronunciado. Ambos tienen un cierto tufillo alcanforado que delata la procedencia de sus ideas e ideales.
    Salpicados entre la marabunta azul, unas pocas manchas rojas y algunas tildes verdes contrastan con ese otro tono azul fuerte y recalcitrante que también tiene su presencia y que se dará la mano con el azul más claro en los escaños del próximo parlamento europeo.
    Vamos con el paso cambiado. Cuando en América los movimientos, ideas o ideales progresistas y sociales se abren paso de norte a sur y de este a oeste, aquí, en la vieja Europa, parece que ya estamos de vuelta de todo lo que signifique progreso y vuelven a imperar las viejas ideas conservadoras y liberales que nos han metido en esta profunda crisis de la que saldremos por pura inercia más que por la labor de los políticos. Estas ideas harán que cada país de la Unión se mire, aún más, su propio ombligo quedando muy lejos las ideas de la unidad política y económica de todos los que la integramos. Los europeos volvemos a poner nuestra confianza en personajes  tan singulares y liberales como Berlusconi, capaz de acomodar toda la legislación de un país a sus intereses personales o de hacer, al menos intentar, que representen a los italianos en Europa una legión de “mama-chichos” acompañadas de otros tantos bufones a su imagen y semejanza.
    Bien abiertos tendremos que tener los ojos para evitar que el estado del bienestar logrado por Europa en las últimas décadas, en un equilibrio alternativo de fuerzas políticas antagonistas y complementarias, no se vea mermado con esta oleada de conservadurismo que nos invade con nuevas políticas tan liberales que consigan poner en manos privadas todo aquello que supone el sustento y la base de los servicios sociales de los países y la defensa de los derechos de las personas sin mirar raza, credo o procedencia
    Como no estaban ya creciditos, lo que les faltaba a los azules era una victoria como ésta para acabar de subir en su autoestima y reafirmarse en aquellos valores suyos y que son los únicos que, a su modo de entender, tienen cabida en las sociedades actuales. Bien se han jactado los azules españoles de haberlos defendidos sin tapujos y considerar que su victoria es un refrendo de que son los únicos válidos y a tener en cuenta. No digamos nada de la lectura eximente que hacen de los votos en las comunidades de Madrid y Valencia, por muy implicados que estén sus más “honorables” afiliados.
    Todo esto me recuerda, de alguna manera, a la Marbella del difunto Jesús Gil al que elección tras elección el pueblo votaba masivamente a sabiendas de lo que el personaje se traía entre manos, como con posterioridad pudieron demostrar los tribunales. Más con estos elementos, no pueden ser llamados de otro modo, los azules ciudadanos de derecha, los de los valores de verdad, se ponen una venda y se tapan la nariz, o van a nariz descubierta porque les encanta su olor, y una elección tras otra los siguen manteniendo, cuando no aupando más, en sus puestos.
    Los valores de los del color rojo deben de ser menos valores, pues ocurre que cuando en su seno surge un elemento de esos, pronto les retiran su favor y pocos son los que vuelven a confiar en ellos.
    Será cuestión de valores… o de principios fundamentales e inamovibles, como los de los extintos movimientos nacionales de muchos de nuestros países.

Teodoro R. Martín de Molina. Junio de 2009.
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