Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"ASÍ SON LAS COSAS"
     
   
    El “presunto” contrabando de niños no fue óbice para que todo el aparato del estado se volcara en solucionar el tema cuanto antes.  Como pertenecen a un grupo de trabajadores de lo que se dan en llamar de “alto standing”, movieron cielos y tierra hasta conseguir en pocos días su libertad. Como las auxiliares de vuelo eran señoritas, fue a recibirlas  el Presidente del Gobierno en persona acompañado del Ministro de Asuntos Exteriores. Al ser hombres los miembros de la tripulación, fueron recibidos por la vicepresidenta del gobierno.
    En otras ocasiones cuando el “presunto” contrabando fue con hierbas prohibidas, el camionero de turno al que sin saberlo o sabiéndolo (vaya usted a saber) lo sorprendieron en la aduana, lo encarcelaron y allí se pudrió a la espera de que actuara la justicia que, generalmente, conlleva condena o multa multimillonaria. Algo parecido sucedía cuando eran pescadores los apresados por las patrulleras del vecino país. Nadie acudía a recibirlos a su regreso, si acaso sus familiares.
    Cuando en el desempeño de su función un militar fallece en Afganistán, Líbano, Kosovo u otro lugar donde han ido a trabajar en aquello que es inherente a su profesión, el despliegue de medios para la repatriación del cadáver, los actos de homenaje que se llevan a efecto a su llegada a nivel nacional y local y la repercusión mediática hacen época. No hablemos si el fallecido mientras desarrollaba su trabajo es un futbolista, entonces los homenajes y sus coletazos pueden durar semanas y semanas.
    Cuando el muerto es un albañil que cayó de un andamio (normalmente por falta de medidas de seguridad), cuando colocaba una ventana o una fila de ladrillos, o un agricultor que resultó atrapado bajo su tractor mientras labraba la tierra o cualquier otro trabajador de los de andar por casa, si acaso el alcalde del pueblo o algún sindicalista acude a su sepelio y aquí paz y allá gloria.
    Es evidente, por desgracia, y en general, que hay españoles y españoles, trabajadores y trabajadores. No todos son iguales y no todos tienen el mismo tratamiento. Parafraseando, o parodiando, a Sáenz de Buruaga me atrevo a concluir de un modo parecido a como él hacía en sus telediarios: “Así son las cosas… aunque casi nunca nos las cuenten así”.


    Teodoro R. Martín de Molina. Noviembre, 2007

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