Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"LA ANTORCHA OLÍMPICA"
   
    En un gesto que los caracteriza, los pacifistas y defensores de los derechos humanos, han aprovechado la oportunidad que les brindaba el paseo de la antorcha olímpica de los juegos de Pekín para manifestarse en contra de la represión del régimen chino en todo su territorio y a lo largo de toda su existencia y particularmente la que llevan a cabo en el Tibet en estas fechas.
    Los promotores de estas manifestaciones y actos de protesta actúan de acuerdo con sus principios y convencimientos conocidos desde siempre. Algo similar ocurre con Amnistía Internacional o con Green Peace, que cuando manifiestan una protesta o una queja, pocos son los que ponen en duda su credibilidad al respecto, pues son muchos los años de trabajo en una misma dirección que los abalan.
    Pero ¿qué podemos decir de algunos gobiernos occidentales?
   En estos días están surgiendo voces de sus más altos dignatarios con las que pretenden que parezca que se enfrentan a las barbaridades del régimen de Pekín en una tímida manifestación de boicoteo a la inauguración de las olimpiadas, en protesta por no se sabe muy bien qué. Pues ¿qué han hecho desde los sucesos de Tiananmen en 1989? Es evidente que lo que han hecho ha sido mercadear con las autoridades chinas y tratar de sacar el máximo beneficio del auge de la economía del país de los sucesores de  mandarines y maoístas, sin importarles lo más mínimo si se conculcaban los derechos humanos o si se seguía sometiendo a represión a todo aquél que se saliera de la línea marcada por el partido hegemónico y único.
    Además, por ejemplo, ¿qué autoridad moral tiene un Gordon Browm que en señal de protesta no va a asistir a la ceremonia de inauguración, pero sí a la de clausura, para recoger el testigo de Londres? Y el señor Bush ¿qué puede boicotear o de qué va a protestar, cuando en pleno siglo XXI mantiene un Guantánamo que es vergüenza del mundo civilizado? Y todos los mandamases del mundo que apoyaron la candidatura de Pekín en su momento ¿a qué rasgarse ahora las vestiduras, como si los sucesos del Tibet fuesen algo sobrevenido?
    Es evidente que para todos los poderosos no resulta igual boicotear a un pequeño país que poco o nada tiene que decir en la economía mundial que hacerlo con el gigante chino. A Cuba se le puede estar bloqueando desde que naciera la revolución, porque al fin y a la postre ¿qué influencia tiene su economía en la de los demás países y en particular en los Estados Unidos? A Irak se pueden mandar todas las tropas necesarias para acabar con la dictadura de Sadam y que de paso las petroleras recojan beneficios, pero a China ¿se van a atrever a enviar ni tan siquiera un soldado?
    La hipocresía de algunos líderes occidentales es tan vergonzante que sólo pueden animar a la ira y a la repulsión de los que la observamos en su diario actuar. Sus posicionamientos y actitudes puritanas siempre dependen  de quién y cuándo, sólo se acuerdan de la violación de los derechos humanos cuando ello les resulta rentable para lavar su imagen o esconder sus rostros más sombríos tras una máscara que ya no engaña a casi nadie.
    Veremos cómo los boicoteos se quedarán en actitudes testimoniales que no irán más allá de ausencias en actos protocolarios que poco o nada afectan a los dirigentes chinos y en poco o en nada merman su credibilidad dentro de su inmenso país. Son muchos los intereses económicos que se juegan las grandes y medianas potencias mundiales como para hacerle frente a los desmanes del régimen chino. Y las cosas son así porque, como a lo largo de toda la historia, siempre hubo ricos y pobres, tiranos y tiranos, tiranías y tiranías; y, fundamentalmente, porque todo depende del poder económico que los abala.
   
 Teodoro R. Martín de Molina. Abril de 2008

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