Atardecer. Fotografía de Salvador Martín

LA GACETA DE GAUCÍN

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OPINIÓN

"EL AGUJERO NEGRO"

        Dice la Wikipedia que un agujero negro es una región del espacio-tiempo provocada por una gran concentración de masa en su interior, con enorme aumento de la densidad, lo que provoca un campo gravitatorio tal que ninguna partícula ni la energía, por ejemplo la luz, puede escapar de dicha región. Yo que de estas cosas no entiendo nada no me puedo permitir el lujo de poner en duda la definición antes dicha, y por similar razón tampoco me caben muchas dudas, excepto una fundamental, respecto a la situación que la dichosa crisis actual nos está deparando. Entre otras:
    No me cabe duda de que en los períodos de bonanza económica los que más ganan son los que más tienen y cuando llegan las vacas flacas los que más pierden son los que menos tienen, parece ser que, desde Perogrullo, es ley de vida contra la que poco podemos hacer, entre otros motivos porque a los que pueden hacer algo, poco o nada les interesa que eso cambie.
    No me cabe duda, según la ley de Murphy, de que todo puede cambiar y por ende todo lo que está mal siempre es susceptible de ir a peor, más si en ello ponen empeño aquellos que están interesados en que así sea y día a día pregonan a los cuatro vientos todos los aspectos más negativos de lo que nos rodea y hacen presagios cada vez más negros de lo que está por llegar, todo puede empeorar todavía más. Así siembran la desconfianza y el ciudadano de a pie, bueno algunos de ellos, se retraen y en realidad llegan a asumir que la situación es tal y como la presentan los papeles y no como uno mismo la percibe en su entorno.
    No me cabe duda de que los entornos no son los mismos para todos. El entorno de un parado para nada tiene que ver con el del que ha dejado de ingresar beneficios astronómicos para obtenerlos de un modo más módico; tampoco, ni uno ni otro, tienen mucho que ver con el de los que tenemos trabajo y en nada o poco notamos lo que los pregoneros de malos augurios nos predican desde los púlpitos de micrófonos y cámaras.
    No me cabe duda de que la situación del que obtuvo grandes beneficios en el pasado reciente no es la misma de la de aquél que, aunque la cosa no le fue mal, no ganó lo suficiente como para guardar (en Dios sabe dónde los guardaría el que ganó tantísimo), lo que le quedaba después de que el consumismo liberal le invitara a dilapidarlo antes de que el mes llegara a su fin, ni tampoco es igual la situación de ese tipo conocido como “hormiguita” que ha sabido ir guardando durante el verano para cuando llegase el invierno glacial, éste en el que parece ser, al decir de algunos, estamos a punto de entrar.
    No me cabe duda de que todos esos, que no deben de ser pocos, que han ganado dinero a manos llenas en estos últimos años de bicocas varias son los mismos que ahora limosnean de los poderes públicos ayudas para salir de la crisis en la que dicen estar. Parece que esa crisis que les afecta a ellos va a terminar por arruinar a una gran mayoría de trabajadores entre la que no se encuentra ninguno de esos que tanto dinero ganaron, y que no fueron sólo los bancos o las grandes empresas.
    No me cabe duda de que al amor de las distintas burbujas económicas tampoco habrán sido pocos los que situados en escalafones más bajos de la pirámide del capital, como las empresas afines a los diversos sectores burbujeantes, profesionales de los llamados libres o liberales, que poco declaran a la hacienda pública, o dicho con otras palabras, esconden todo lo que pueden y más, ayuntamientos y los que estaban alrededor de unos y otros, también habrán hecho su agosto y ahora andan por las esquinas diciendo que todo va de mal en peor.
     Tras dudar tan poco en lo antes referido, me queda una gran duda, la fundamental de que hablaba al principio: ¿dónde está el dinero que han ganado tantos y tantos especuladores y avaros? Ese dinero con el que se compraron tantos chalets y tantos apartamentos, el que se consiguió con las super-urbanizaciones y los mega-campos de golf. El de aquellos que adquirieron los magníficos todo-terrenos o los incomparables coches de marca alemana –nunca se vieron rodar por nuestras carreteras más BMW o Mercedes en toda la historia de nuestro país–, ¿hacia dónde habrá encaminado sus pasos? ¿Adónde se han ido los billetes empleados en la compra de pedruscos y joyas de alta categoría? ¿A dónde ha ido a parar el dinero que hizo subir las acciones hasta las nubes? Seguro que cuando baje al suelo servirá para comprar a precio de ganga las de los humildes ahorradores que, presa del pánico ficticio o real, las pondrán a la venta para que los agazapados ávidos de carne fresca y barata se apoderen de nuevo de ellas y los vuelvan a embaucar para conseguir que suban y bajen, y vuelvan a subir y vuelvan a bajar, como en una noria sin fin, hasta que los que menos tienen se queden sin nada y los que tienen más sigan engordando su montón. Los dineros de los fastos, celebraciones y demás derroches, intemperancias y desenfrenos desmesurados deben de haber seguido el mismo camino que las exquisiteces que los serranísimos cuerpos de sus dilapidadores engulleron en sus festejos pantagruélicos y megalómanos.
    Entiendo que aquellos que hicieron, de un modo u otro, algún tipo de inversión, la disfrutarían en sus propias carnes, o en las ajenas, unos, y otros, al menos, mantendrán su propiedad mientras el banco siga dándole crédito y el tiempo, que no perdona, se lo permita. Pero claro si los bancos dicen no tener dinero ¿dónde demonios está? Parece como si el dinero se hubiese esfumado de pronto, como si se hubiera transformado en algo intangible.
    Seguro que mucho de ese dinero siempre habrá sido intangible y que no habrán sido pocos los incautos que cayeron en las redes de los especuladores comprando aire, que es gratis, a precio de diamantes. Ahora se da la paradoja de que los que siempre han ostentado el poder económico, aparentemente, están en la ruina, mas no nos engañemos que los dueños siempre son los mismos, y los arruinados también.

    La respuesta a esta duda está en la teoría de los agujeros negros, que al parecer no están sólo en el espacio sideral sino que aquí, entre nosotros, en el planeta Tierra, debe de haber uno inmenso por el que se ha ido, sin decir ni pío, despidiéndose a la francesa, todo el dinero del mundo mundial pues, ni los que siempre dispusieron del vil metal en cantidades exorbitantes parecen disponer de cash suficiente para hacer un triste y humilde empréstito al vecino de al lado o al de enfrente, que puede que sea uno de los casi tres millones de parados que ya existen en nuestro país. ¡Vivir para ver!


Teodoro R. Martín de Molina. Diciembre de 2008
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