Adelanto electoral
Partiendo de la base de que algunas de las medidas y de las pifias gubernamentales de estos últimos tiempos no son la mejor manera de generar confianza entre los ciudadanos y de cara a los mercados que nos traen de cabeza, también podemos coincidir en que la actitud del principal partido de la oposición no aporta mucha mayor confianza ni a unos ni a otros. El pleno del Congreso en el que se debatía la aprobación del decreto con las medidas de ajustes propuestas por el gobierno ha sido lo más parecido a una moción de censura encubierta en la que el promotor de la misma, Rajoy, no ha contado por los pelos con los votos suficientes para que la misma prosperase. Probablemente si se hubiese planteado abiertamente –como en otros asuntos le falta valor para ello–, los apoyos a unos y otros hubiesen sido distintos y la pírrica victoria del gobierno por un solo voto, no habría sido tan pírrica, porque si mal andan las cosas en mi patio concitando apoyos, dirá Zapatero, no quiero ni decir cómo andan por el del vecino. Como le decía el Presidente del Gobierno al portavoz popular en el Senado unos días antes, en este pleno del Congreso se ha vuelto a ver que el único objetivo de los populares son las elecciones, importándoles un rábano el efecto que sus actitudes y actuaciones puedan tener para tratar de afrontar, como país unido y no como tribus enfrentadas, las dificultades por las que estamos atravesando, no sólo España, sino que todo el conjunto de la Unión Europea y, como diana a la que apuntan todos los especuladores, la moneda única europea. En el supuesto que el gobierno no hubiese sacado adelante el decreto, según los analistas, la situación se hubiese convertido en dramática no sólo para nuestro país sino que, probablemente arrastrado por nosotros, para todo nuestro entorno en menor o mayor medida. Creo que a causa de la actitud irresponsable, ilógica, incoherente –no apoyan unas propuestas que en poco varían de las suyas– y oportunista del PP hemos estado a un paso de vernos en una situación parecida a la de Grecia con lo que las medidas de ajustes propuestas se hubiesen quedado en minucias comparado con lo que se nos hubiera venido encima –confrontemos sus medidas con las de aquí–. Es tanta el ansia de poder que tienen, que no se pueden esperar a que la cosa se calme un poco, a que dejemos de estar en el punto de mira de los que manejan los hilos de esta dichosa economía globalizada, que parecían haberse tranquilizado un algo con las últimas propuestas de contención del gasto público y rebaja del déficit hechas por el gobierno, no, no pueden, la impaciencia no los deja vivir tranquilos, vaya a ser que en el entretanto se mejore la situación del país y fastidiemos el invento. Contrasta la actuación de la derecha nacional con la de la derecha catalana –esos denostados nacionalistas– que han visto más allá de sus intereses inmediatos y han permitido la aprobación del decreto que, por lo que se ve, por el momento parece haber dejado tranquilos a los mercados y a los organismos internacionales que no paraban de darnos caña. Estos, los nacionalistas, no por ello han dejado de cantarle sus cuarenta al Presidente del Gobierno, invitándole también pero con otros modos y con menos prisas, a la convocatoria de elecciones, algo en lo que coinciden con el PP y que yo no llego a comprender muy bien. No me explico cómo unos y otros pueden pensar que ahora es el momento de acabar con el gobierno y desembocar en unas elecciones anticipadas, con lo que ello supone de paralización, inestabilidad, y situaciones poco o nada recomendables para los tiempos que vivimos. Lo único que se conseguiría es que el PP y Rajoy llegaran a la Moncloa, pero sin calibrar en las condiciones en las que lo harían y sin saber –entre otros motivos de menor relevancia porque no conocemos su plan de salvación– si los populares van a poder sacarnos de esta situación. De no ser así –que al poco de gobernar los populares saliéramos del atasco actual–, siempre tendrían la excusa de echarle la culpa a Zapatero, pero todos sabemos, por muy ofuscados que estemos o que nos quieran poner, que toda la culpa no es de él, que lo que nos ha sobrevenido a todos los países europeos no puede ser culpa de Zapatero. Bueno está que haya tenido algunas meteduras de pata y haya sido más optimista de lo deseado o que haya sido un tanto alegre a la hora de ofrecer beneficios sociales a todos los ciudadanos en general cuando sólo debería haberlos dedicados a las clases más necesitadas, incluso que haya andado torpe a la hora de afrontar las reformas que solicitan los que de verdad mandan, y de que en más de una y dos ocasiones haya dicho una cosa y su contraria en poco espacio de tiempo; pero que Grecia, Portugal e Irlanda estén como están no es culpa de Zapatero, que los británicos tengan una deuda superior a la española, tampoco creo que sea culpa de Zapatero, que Merkel no haya podido bajar los impuestos como prometió en campaña o que Sarkozy haya bajado a sus cotas más bajas de popularidad en la legislatura no se le puede achacar a Zapatero, y los ajustes que se están preparando en los países más potentes de la Unión, tampoco creo que se puedan poner en el debe de nuestro Presidente. Pasado ese tiempo en el que todos los males se le achaquen a Zapatero, llegará un momento en el que los presumibles próximos gobernantes tendrán que poner en práctica sus recetas y entonces sí que se nos vamos a enterar todos y más que ninguno los ciudadanos de a pie, los funcionarios y los no funcionarios, los pensionistas, los medio pensionistas y los que no tienen pensión, de lo que vale un peine y de lo que son medidas de austeridad. Tiempo al tiempo.
Teodoro R. Martín de Molina. 28 de mayo de 2010 |