MIS LIBROS

Treinta años después

FRAGMENTOS DEL CAPÍTULO IX

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Por la tarde mamá se echaba un rato en la cama, su dormitorio estaba en una habitación contigua al comedor y allí se llevaba la radio, después de que se hubiese oído el parte de las dos y media, para que ella escuchara las novelas.

Además de las novelas mamá procuraba tener puesta la radio por las mañanas, para en cuanto daban las señales horarias de las doce oír al locutor decir:

—Son las doce del mediodía. El Ángel del Señor anunció a María.

—Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo —respondía mamá y continuaba acompañando a los locutores en el rezo del Ángelus.

La radio que teníamos nos la había hecho Manolito el operador. Era una radio de lámparas en la que se podían sintonizar unas cuantas emisoras con bastante nitidez. Por la noche parece que se trocaban algo las ondas y, aunque se sintonizaban más emisoras, comenzaban las interferencias y nuestros intentos por recuperar la sintonía perdida. Las emisoras que mejor se sintonizaban eran Radio Sevilla, Radio Ceuta y Radio Nacional de España. En la primera se oían las novelas, «Matilde, Perico y Periquín», «la Saga de los Porretas» y, los domingos, «el Gran Musical» y «Carrusel Deportivo»; en la segunda, fundamentalmente los discos dedicados; en Radio Nacional «Radio Gaceta de los Deportes» y en todas los “partes”. Las noticias eran monopolio de Radio Nacional y todas las demás emisoras estaban obligadas a conectar con ella a la hora de los diarios hablados.

Mientras mamá descansaba y escuchaba la radio y papá leía algún libro, nosotros estudiábamos con el oído pendiente de la radio. Oíamos la canción de la publicidad que patrocinaba la radio novela y al locutor decir:

—La cadena de emisoras de la Sociedad Española de Radiodifusión presenta...— había una pausa y decía el nombre del serial — ...con Matilde Conesa, Pedro Pablo Ayuso, Matilde Vilariño y Juana Jinzo acompañados del cuadro de actores de radio Madrid, bajo la dirección de Guillermo Sautier Casaseca.

Seguíamos mirando a los libros pero toda nuestra atención estaba en lo que le iba a pasar a Ama Rosa, a Fray Escoba o a Lucecita en el capítulo tropecientos del serial radiofónico.

            A los niños nos daba cierta vergüenza que nos pudiesen sorprender oyendo la novela, mas en ocasiones, cuando el desarrollo de la acción se ponía interesante, saltábamos de la silla y nos íbamos a la cama de mamá, con el consiguiente refunfuño por parte de papá, para poder oírla mejor sin importarnos el qué dirán. Allí estaba mamá con sus cinco sentidos puestos en la radio y comiéndose las uñas como si del desenlace del capítulo del día dependiese su futuro.

Entre los patrocinadores de las novelas y de otros programas radiofónicos estaba el Cola-Cao con aquella canción en la que un “negrito del África tropical” nos relataba las excelencias del producto, lo benefactor que era para todos los deportistas que lo tomaban, y que acababa con tres golpes de gong que simulaban los primorosos puñetazos del boxeador.

Otros patrocinadores eran: «Lo digo yo, lo dices tú, el mejor café Catunambú», «Cadún, Cadún, el jabón de las mujeres bellas», «Lux, el jabón de las estrellas»...

En los programas deportivos proliferaban los anuncios de bebidas alcohólicas como los de Ponche Caballero, Soberano —cosa de hombres—, Fundador, Calisay, Terry —Terry me va. Usted sí que sabe—, etc.

Dentro del Carrusel estaba un mini espacio patrocinado por Anís Castellana —su presencia siempre agrada—, en el que el locutor, creo que Juan de Toro, hacía lo imposible para que el concursante acertara la pregunta sobre alguno de los hechos ocurrido durante el desarrollo del Carrusel y con ello ganar la caja de botellas de Anís Castellana que le sería remitida a su domicilio. Por ejemplo, si la pregunta era sobre quien había metido el primer gol del Real Madrid y veía que el concursante no atinaba con la respuesta le podía decir:

—Vamos hombre, no sea usted gento y responda con rapidez.

El concursante, con la inestimable ayuda de Juan de Toro, daba la respuesta acertada y éste se deshacía en elogios sobre la perspicacia del afortunado concursante.

Uno de los misterios de este programa, que no descubrí hasta que por primera vez fui a un campo de fútbol, era el relativo al marcador simultáneo Dardo. Eso de Camisas Ike, 5-1; Soberano, 2-2..., me dejaba un poco perplejo. Aunque sabía que se trataban de marcas comerciales que sustituían a los equipos de fútbol, tenía que hacer un gran esfuerzo para asociar cada marca con el partido correspondiente y normalmente me quedaba sin enterarme bien de los resultados hasta que al final los daban todos y pasaba a anotarlos en el Dinámico de la temporada en curso.

Gracias a la radio comenzamos a tararear las primeras canciones de los Beatles y de sus contemporáneos españoles los Brincos, el Dúo Dinámico, Gelu, Mike Ríos y otros conjuntos y cantantes que comenzaban por aquellos años. También empezamos a conocer que existían otras modas y otras formas de ver la vida gracias a los comentarios que sobre ellos escuchábamos. El Gran Musical fue el primer programa en el que se presentaban las novedades discográficas y se daban las listas del Hit Parade. Pegados a la radio oíamos los discos y las actuaciones en directo como si de una obligación se tratara.

Otro tipo de música como la que aparecía en las canciones de Manolo Escobar, Pepe Pinto, Antonio Molina, los Paquiros, Juanito Valderrama, Rafael Farina, José Guardiola o Joselito las oíamos en los programas de discos dedicados de Radio Ceuta.

Durante la primavera, época de las primeras comuniones, las canciones referidas al tema se emitían un día sí y otro también. Las dedicatorias no destacaban por su originalidad, la mayoría se referían a la persona objeto de la dedicatoria expresándole el cariño y afecto del que le dedicaba el disco, haciéndole recomendaciones sobre su comportamiento o deseándole que pasase un día muy feliz por tal o cual motivo. Entre todas sobresalía un tipo de dedicatoria anónima para el oyente, pero que debía de estar prevista entre el dedicado y el dedicante, ya que en ella era normal oír algo parecido a:

—Para Fulanito o Fulanita de parte de quien sabe para que no se olvide de lo que ya sabe —esto es un ejemplo simple pero podrían encontrarse otros, mucho más complicados, en los que la palabra “sabe” referida a los conocimientos sobre el asunto que debía presuponérsele a la persona a la que se le había dedicado el disco eran enormes y, por ello, la palabrita aparecía en el texto de la dedicatoria en numerosas ocasiones.

En Gaucín para dedicar un disco lo tenías que hacer en el bar de la Plaza. Cristóbal, el hijo de seño Joaquín el del bar de la Plaza, era el encargado de recoger las dedicatorias que, previo pago de un duro, las enviaba por correos o vía telefónica, dependiendo del margen de tiempo disponible, a las oficinas de Radio Ceuta.

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