MIS LIBROS

Treinta años después

FRAGMENTOS DEL CAPÍTULO II

... "Como era el primer día de clase, y como el dinero escaseaba, no llevaba carpeta. Los útiles de escritura: una libreta de dos rayas de no más de diez páginas, un trozo de lápiz que papá me había afilado magistralmente con su navajilla y una pizarra con su correspondiente pizarrín y borrador que mamá me había comprado en la tienda de Pedro “el Zorro” y Rita, los llevaba en el enorme bolsillo del enorme babero. Años después me regalaron, o heredé, o conseguí no sé cómo una carpeta de cartón duro que tristemente en un día de lluvia se deshizo poco a poco como si de chocolate fundiéndose en la perola se tratara.

Salí de casa acompañado por Culala, igualmente impecable y decentemente remendada, con sus dos hermosas trenzas cayéndole sobre la espalda y su flequillo ahuecado rozando con las pestañas. Al pasar la cárcel, a pocos metros de la salida, ella me abandonó y se encaminó por la cuesta de la Rana arriba hacia la calle Larga para ir a la escuela de Doña Ana, era la escuela de las niñas, yo lo hice cuesta abajo por la cuesta de la Pescadería hacia la escuela de don Juan, el que iba a ser mi primer maestro.

Poco tiempo después, al final de la mencionada cuesta y junto al bar de Sebastián Delgado, se ubicaría otra escuela de niñas que tendría como maestra a doña Antonia, la mujer de don Gabriel el veterinario.

Por aquellos años en Gaucín no existían escuelas mixtas, más bien al contrario se evitaba que niños y niñas estuviesen juntos en las escuelas, y físicamente los edificios de las escuelas de los niños y de las niñas se encontraban prácticamente en los dos extremos del pueblo. La coeducación sólo se daba cuando se estudiaba bachillerato o magisterio, en las clases particulares de don Mario o Sebastián Larqué o, cuando éramos pequeños, en la escuela de María Moya, la llamada “escuela de los cagajones”. A esta escuela iban durante el curso aquellos niños y niñas que no estaban en edad escolar, de ahí lo de “cagajones” y otros que aun estándolo, por unos u otros motivos, sus padres los enviaban allí. Ir a esa escuela, y no a la de don Juan o doña Ana, suponía un motivo de  burla por parte de los otros niños."

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"En la planta alta del edificio se encontraba el aula. Era una habitación toda corrida. En el centro había dos columnas o pilares que soportaban el edificio y que entorpecían la visión de las pizarras a los alumnos o servían para escapar al control de don Juan, según interesara. Se subía por una escalera no muy amplia con dos rellanos, lo cual suavizaba la subida. Al terminar la escalera, en la pared de enfrente estaba la mesa del maestro en el centro y sendas pizarras a uno y otro lado. Sobre la posición del maestro estaban los retratos de Franco y José Antonio y entre ellos un vetusto crucifijo; también se encontraban dos amarillentos mapas de España: España física y España política, salpicados de rotos producidos por la palmeta, que a modo de puntero utilizaba don Juan, y por el énfasis que ponía a la hora de explicarnos o preguntarnos Geografía al tiempo que con ella recorría el cauce del Ebro, Sierra Morena, o las capitales de Castilla La Vieja.

Uno de los juegos más entretenidos y a la vez más eficaces para aprender Geografía consistía en que uno de los niños miraba el mapa durante unos segundos y nos pedía al resto que encontrásemos el nombre del lugar por él elegido, aquél que lo encontraba volvía a preguntar al resto del grupo y así sucesivamente hasta que por el alboroto y las peleas colmábamos la paciencia de don Juan, que tampoco era mucha, y éste, entre improperios y palmetazos en el culo, nos mandaba a nuestros sitios.

Evidentemente en ambos mapas el lugar estrella era Gaucín, nuestro pueblo. Allí se encontraba, subrayado varias veces, en la carretera de Ronda a Algeciras y, para nuestro orgullo, en el mismo tamaño que aquéllas y otras poblaciones importantes, no como Algatocín, Benarrabá o Cortes de la Frontera, nuestros  vecinos, que no aparecían en el mapa. Para algo era cabeza de partido y contaba con el Juzgado Comarcal y el de Primera Instancia, Notaría, Registro de la Propiedad, altos jefes de la Guardia Civil y todas los demás organismos oficiales que suponía el hecho de ser cabeza de partido judicial. Con el tiempo, como vaticinaba con bastante frecuencia mamá, debido a la desidia de los propios naturales del pueblo, Gaucín terminaría desapareciendo del mapa; aunque no creo que fuese por los argumentos esgrimidos por ella, sino fruto del devenir de los tiempos y las nuevas concepciones administrativas del estado."

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