MIS LIBROS

Treinta años después

FRAGMENTOS DEL CAPÍTULO XIII

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En el despacho de Salvador no faltaba el trabajo pero no entraba suficiente dinero. Eran muchos los asuntos que llevaba, mas el pago de los clientes, por diversas razones, casi siempre estaba en el aire. Como del aire sólo pueden alimentarse y vivir los camaleones, esa era la versión de mamá, Salvador se decidió a preparar las oposiciones para secretario de ayuntamiento de segunda y conseguir con ello un sueldo fijo a final de mes, quizás de menor cuantía  pero más seguro.

Durante el período que mantuvo abierto el despacho en la Plazoleta, encima de la tienda de muebles que había junto al bar de “Chiquilitré”, llevaba asuntos en los juzgados de Gaucín, Jimena y San Roque por lo que se le hizo imprescindible la adquisición de un vehículo a motor que sería el primero que yo vi en la casa —papá contaba que él había tenido un coche de viajeros cuando era joven, era el concesionario de la línea regular entre Gaucín y la Estación, y su coche fue uno de los primeros que se vieron en el pueblo—. Se compró una Iso de color blanco con dos asientos individuales y un portaequipaje y en ella se desplazaba cuando tenía juicios fuera de Gaucín o cuando debía tratar asuntos con sus clientes.

En el invierno se ponía una cazadora de aviador que le había regalado su amigo Morenilla, éste había hecho la mili con él en Málaga y  después continuó para ser aviador, que era el nombre con el que por entonces conocíamos a los pilotos. Con la cazadora, el casco y las gafas tenía todo el aspecto de los motoristas o aviadores que se veían en las rancias postales de los años veinte. Nosotros estábamos ansiosos porque nos diese un paseo en la moto, cosa que ocurría de tarde en tarde. Cuando la dejaba en la puerta, allá que me aprestaba a montarme y simulaba un paseo por la carretera en el que yo era el conductor.

Cuando aprobó las oposiciones lo inmediato era acabar con un noviazgo que ya duraba once o doce años. El sueldo de secretario no daba para mucho, pero habiendo conseguido en la adjudicación de primer destino quedarse en el ayuntamiento de Gaucín, Salvador y Pili se decidieron y fijaron la fecha de la boda para el 25 de enero de 1963.

Fue la primera boda de la familia y la segunda a la que yo asistí como invitado, la primera había sido la de Manolo Larqué y Felisa.

La boda de Salvador se celebró en casa de Pili, allí también hubo pasteles y licores, no tan abundantes y variados como en la de Manolo y Felisa pero la cosa no estuvo mal. Ni que decir tiene que el licor, dulce o amargo, no lo llegué a catar. Entre la cocina, el distribuidor y la salita de estar estuvimos todos los invitados, la mayoría familiares. Vestíamos nuestras mejores galas para la ocasión: papá y mamá con trajes hechos para la boda, papá era el padrino, Pepe con un traje heredado, Inmaculada con un vestidito de paño y su velo de encaje blanco y Jesús y yo con unos preciosos jerseys que mamá nos había arreglado, no para la ocasión pero que para ella sirvieron. El de Jesús era granate, terminado en pico que dejaba ver una minúscula corbata que habría rebuscado de entre los armarios, el mío era verde y debió de arreglarse con lana del mismo color pero tintada distinta ya que desde los codos hasta los puños se notaba el corte de la lana que se había usado para darle de largo.

En el viaje de novios fueron a ver a Francisca que era la única de nosotros que no había estado en la boda. Por entonces estaba en Madrid y en las fotos que trajeron del viaje estaban los tres en diversos lugares de la capital y en todos ellos se veía nieve, por aquellos días debió caer una buena nevada allí.

A pesar de que Salvador tenía su trabajo, lo ahorrado hasta entonces y el sueldo del momento no daban como para irse a vivir a una casa independiente. Cuando volvieron de la luna de miel se quedaron a vivir en casa de Pili. Allí cenaban y dormían, para almorzar venían a la casa. A Salvador le solía yo subir el desayuno a su despacho en el ayuntamiento, café con leche y picatostes recuerdo que era casi a diario. Habían contraído matrimonio pero aún no hacían una vida propia de casados. Seguían más o menos como cuando eran novios con la diferencia de que todas las noches podían dormir en la misma cama, el dormitorio de matrimonio fue una de las pocas adquisiciones de mobiliario que pudieron hacer.

Estábamos encantados de que uno de nosotros fuese a fundar su propia familia. Papá y mamá soñando con tener su primer nieto y nosotros soñando con nuestro primer sobrino. A una cierta edad era importante eso de ser tío, tenía su aliciente, no como Moya que había sido tío casi antes de nacer y por ello no pudo saborear todas las emociones y sensaciones que el hecho de llegar a ser tío te reportaban, su sobrino era como su hermano y eso no tenía chicha.

No tardaron mucho en darnos gusto, al mes de estar casados ya estaba Pili en estado de buena esperanza. Ella y Salvador y las dos familias estábamos con la baba caída esperando el primer retoño del matrimonio.

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